El
partido se retransmite desde la terraza del
bar, el anochecer va mordiendo el rojo como una tajada de sandía llegando casi
a su fin. Ésta noche comienza el verano.
El
bocadillo de chorizo se mueve como si tuviera vida propia bajo los carrillos de
Xavi, deformándole la cara a lo Jim
Carrey en “la máscara”. Me abstraigo de su bombardeo de salivajos anaranjados, obsesionado
única y exclusivamente con salvar mi cerveza temblorosa ante el “patinaje de
manos sobre mesa” que se dispara ante cualquier cosa que pueda parecerse a un
gol.
Mi tarde
se me antoja de las más patéticas que pueden estar viviéndose en éste instante.
Algo peor que no tener ningún plan es tenerlo pensando que cualquier otro es
mejor.
Beber
cervezas con Xavi y Toño, mis colegas desde los 14 años, es el mejor de los "planazos"de mi vida social.
Un
Viernes más en el bar de siempre, donde una vez soñamos con ser lo que no somos, mientras agotábamos nuestras roñosas pagas entre uñas mordidas, cigarros apurados, litronas
babeadas y tardes de piardas;
al son de la guitarra mas cascada y
mejor entonada, bajo el gigantesco ficus de la plaza.
Nos
acostumbramos a que las luces de la noche se desplegasen en escalinatas desde nuestros
pies hasta el cielo, al que siempre entrábamos por la puerta grande, hecha de humo
de petardos. Ensartados de un modo casi simultáneo en un desfile de garitos
hasta un amanecer precipitado. Deseando cerrar los ojos y el día, para poder seguir soñando. Mientras los
perros levantaban la pata sobre los meados de los borrachos de la noche
anterior, acompañados de sus dueños, ávidos ante cualquier rastro de rostros residuales de ebriedad, entre
campanadas de misa, churros y pan.
No
quiero ni decirles cómo me llamo, solo que me siento como un cangrejo que sale
y entra en el mismo hueco de roca moldeada a su forma en la inmensidad del
océano.
Los tres nos hemos montado una vida fácil hecha a medida. Rollo mueble de ikea,
idéntico en cualquier casa, cambia solo la maceta que se le pone encima. De los
tres, mi diseño es aparentemente el más convencional y estable.
Xavi
se levanta a por otra ronda, mientras, enfilando el balón sin pestañear y sin
mirarme, Toño que no ha abierto la boca más que para gritar goles o putear
intentos fallidos, me pregunta por Bea, le digo que está en casa. -Bea es mi
mujer y mi novia de toda la vida-. Él no entiende eso de "toda la vida”. Según sus palabras textuales sus romances “duran lo que dura el olor de un
pedo” y le obsesiona hablar del tema:
-Macho, ¿te has enterado de lo de Alberto e Inés?, otro destronado, tío. Te estás convirtiendo en nuestro ídolo, llevas 20 años con la misma mujer y sigues sin tirarte un mísero “cuesco” delante de ella. Como no lo hagas pronto colega te aseguro que vas a reventar, así tienes esa cara de cohete desmechado. Ahora, te digo una cosa, el día que te lo tires…¡joder el día que te lo tires!, ¡ese día petas tú y el cambio climático se estabiliza!.
-Igual lo hago por no escucharte.
-Pues que sepas que cuando lo hagas serás un hombre libre, pero será el principio del fin. ¡No falla!, primero está la etapa de amor en la que uno se retiene y se ausenta para dejar escapar sus ventosidades y no perturbar al encantador ángel de la guarda que le aguarda, pero después un día se te escapa sin más y para tu sorpresa se acompaña de una dulce risa femenina. ¡Prodigioso error!, ¡Si tu mujer se ríe con tu pedo ¡te refuerza, te anima! y eso hace que te tires más ¡porque lo que quieres es hacerla feliz!, ¿y luego qué? Después de la “risa post-gas” llega el “careto post-gas”, y luego el “medasasco post-gas”, y entonces…¡GOOOOOOOOOLLLLLLLLLLLLLLLLLL!
OLEEEEEEEEEEE!, ¿Tú has visto esa jugada tío?. ¡hotiaaaaaaaaputaaaaaaaa!
Bueno, como te iba diciendo…
-¡Tío para ya!, ¿otra vez me vas a putear con la misma historia?
-¡Pero si es verdad!, ¡es totalmente injusto!, ellas ponen la trampa y nosotros caemos como ratones de laboratorio de esos con ojos rojos de los que el cielo está en overbooking.
-¿¡Pero tío estas culpando a la mujer que estoicamente aguanta tus ventosidades de causarlas!?. Lo tuyo es muy fuerte, habría que escuchar a la última que pusiste rubia…
-La última era rubia ya de por sí. Bueno, como te iba diciendo; Después, ¡llega el último pedo!, ¡el de la cagada total! (nunca mejor dicho)!, con su correspondiente “noestoyseguradesentirlomismo post-gas”. Y entonces tío ¡ese día te quedas roto como un piojo delante de una peluquería low cost que acaba de chapar!. Y se te vienen un millón de ideas contradictorias a la cabeza, y es cuando te empiezas a volver majara de verdad. Pero sobretodo te da rabia, te da rabia por todos esos fuelles que te aguantaste por amor y en la última etapa por miedo a cagarla (nunca mejor dicho). ¿ y todo para qué? ¡ Para nada!.
Yo te digo una cosa, ya sabiendo el final, que es como en las pelis esas de antena 3 de "guapo-y-rico-pero-psicópata", siempre lo mismo, lo mejor al menos es peerse a gusto y sobremanera; De lo que me arrepiento es de no haberlo hecho a destajo, en vez de a medias y acojonado. Esa es la conclusión a la que he llegado.
-Vale Xavi, entonces en tu próxima cita cuando le metas la boca a la chavala de turno, te rajas a lo grande y después me cuentas cómo te ha ido, así no terminas nada porque ni siquiera lo empiezas, y por supuesto terminas antes. Y ahora me piro que Bea ha quedado para salir un rato con sus amigas y le he dicho que volvía pronto para quedarme con los enanos.
Vuelvo
como el niño que retoma el camino de vuelta a casa solo desde el colegio por primera
vez porque ha llegado la hora de hacerse mayor. Me siento como desorientado, como si no
conociera el camino de vuelta. Me paro un instante y miro cómo continua la
avenida después de mi bloque, observo el horizonte infinito y algo me estruja el pecho envuelto en la camisa manchada de los escupitajos de chorizo y cerveza de Xavi.
Abro
el portal, pulso el 4º, abro la puerta, la tele está demasiado fuerte como de
costumbre, Bea me grita algo desde el salón, los niños están haciendo luchas
entre una lechuga y un pepino, aquello parece un vómito vegano; Un trozo de pepino se me pega en la suela del zapato a modo de tabla de surf y casi
hocico de lleno. Entonces, en mi intento por no caer, ocurre: una ventosidad
totalmente inapropiada, inesperada, desmesurada
y estridente sale de mí.
El
silencio se hace de repente. La mirada atónita de Bea y la saliva se me clavan
en la garganta.
La
imagen de la escena parece que no me pertenece, me agacho a recoger los cachos
de lechuga con una sola frase que se
repite en mi cabeza una y otra vez. ”Esto no ha pasado, éste peo será de los
silenciosos, arrepentidos, lapidados y olvidados, no se ha oído, ni ha olido
porque simplemente no ha ocurrido”.
Arctic Monkeys - Four Out Of Five
Imagen: Costa Dvorezky
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