CORECTOPIA


Stive Morgan- Wandering Soul 

La humedad de la habitación y la mezcla de olores la sumergen en una hora punta de verano en el metro de una ciudad gris cualquiera.

Como luces de neón sobre una pista de baile, infiltrados halos se deslizan desde la persiana recorriendo su cuerpo. Tras los fugaces destellos de los faros queda su piel asfaltada.

Suele fijarse en una parte agradable del cuerpo que tiene encima para olvidar dónde está. Cuando no la encuentra, mira a través del peso que se desploma mecánicamente sobre ella, y se instala en la nada.

El aliento agitado se vierte sobre su oreja, mordiéndole el lóbulo como si quisiera arrancárselo; Siente como si tuviera tierra rechinando entre los dientes, mientras los aprieta con fuerza. El gemido animal se mece entre el llanto y el dolor, recordándole que el encuentro ha llegado a su fin. Sus hombros, su pecho y su vientre se transforman en mercurio.

El cuerpo sale de ella, se incorpora, la hebilla metálica de un cinturón repiquetea rescatada del suelo. La sombra pesada y lenta desaparece por la puerta. No tiene fuerzas para incorporarse y llegar hasta el baño. Impregna las sábanas entre sus piernas y permanece inerte; gira la cabeza y los ojos quedan enmarcados por dos medallones de luz. Empieza a amanecer.

Sus lubricadas botas negras suben las escaleras con la elegancia de las lunas que nunca mienten. Imagina en qué parte de la mujer tendrá que fijarse esta vez para olvidar que está pagando por derramar sus demonios y sus sueños.

Abre con suavidad la puerta, y las  escuálidas piernas. Nunca las mira a los ojos, pero la claridad de fuera vuelve a posarse sobre la mirada verde felina a modo de antifaz sobre los de ella. La tensión se traslada desde su sexo hasta el pecho, se le ancla en la garganta.

La luz sigue apuntando maneras, se desliza por su vientre lentamente a la vez que él en su interior. Nunca los mira a los ojos, pero esta vez los de él no le permiten mirar a otro lado. Una de sus pupilas le recuerda a la lámina de las canicas con las que jugaba de niña. Flota horizontal y ladeada, náufraga sobre el azul del iris, como si quisiera escapar de la escena y no pudiese.

Esta vez, como un pez fuera del agua, el placer jadea dentro de su boca y lo lanza en forma de pompa de jabón;  él la recoge con la suya  formando algo parecido a la búsqueda de un beso.

Dos cuerpos tiemblan por primera vez, mojados, desde los ojos hasta la piel.

A veces, el amor también se puede comprar.



Imagen: Jacques Hugo


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