LA CLASE DE BAILE



Antonio Rey& Paquito González in Solera Flamenca: "Dos partes de mi".Bulería


Como un taconeo que besa y se aleja casi en el mismo instante quebrando el suelo por bulerías, antes de que la punta se aleje, el tacón ya está partiendo en dos las entrañas mías. Así suena tu recuerdo.

Mi mano pasa rozando la línea que se dibuja desde la cadera hasta la axila. Se eleva, juguetea ignominiosamente cuando está cerca del rostro y se retuerce cuando se aleja, como la cola de un reptil que acaba de ser truncada del cuerpo. Así se mueve tu recuerdo.

Mis brazos y mis piernas son puntos cardinales, desde donde salgo, me pongo y roto sobre mi propio eje. Sin rozar el suelo ni el cielo, salpicando tu imagen a punta pies hasta quedarme seca. Mientras el último sudor destemplado resbala hasta mis tobillos en el momento en el que cae el salto. Devolviéndome con más fuerza  el golpe que sacudo. Así me embiste tu recuerdo.

Me tiemblan los labios mientras te canto bajito sin que me escuches, se me derraman las ansias a destajo, rajándome en dos la espalda y el corazón. Me adelanto al llanto, me atraganto con mi saliva, resbalo la lengua embadurnando la sequedad de mi boca mientras resoplo destilando tu última gota.  Mi falda baila sobre mi cuerpo, mi cuerpo sobre mis ganas, mis ganas sobre tu miembro yerto. Así me moja tu recuerdo.

La cabeza se contonea sola, pierde el norte y no encuentra el sur, deambula compulsivamente restregándome el cabello negro, golpeándome con él. Alborotado en un remolino que va desde la nuca hasta una y otra sien. Los mechones se me cuelan por la boca, como tensos tentáculos que intentan penetrarme de una tacada, ahogándome hasta que mi cabeza es decapitada por el mismo Perseo, mientras resucito en la última bocanada como un pez devuelto a su medio antes de su fin. Así me ahoga tu recuerdo.

Mi pecho dilata las aureolas en un rosa húmedo, las venas me empiezan a trenzar las manos y el empeine de los pies,  estoy confinada a mi cuerpo. El sudor me recorre al antojo de cada golpe, de cada giro, mojándome bajo los volantes que como capas se dibujan para aislarme de mi piel cubierta a girones de la tuya. Así me roza  tu recuerdo.

De repente para la música. Los brazos se desploman. Las piernas añoran el movimiento y apuran su inercia. La cintura se gira y emprendo el paso fuera de la sala. La respiración no pierde agitación y se esfuerza por incorporar un ritmo acorde al sonido de la tarde. Dentro de mi pecho resuena un enjambre de palmas y taconeos como los golpes de los clavos de la misma pasión del crucificado. Así late tu recuerdo.

Mientras suene ésta guitarra en mi interior, mi cuerpo se alzará a destajo, sin preaviso, ni rumbo, ni sentido; para recordarle a mi cabeza que no es posible el olvido. Y lo hará en un baile de pasos improvisados y compulsos, como el latido del corazón le recuerda la vida al suicida empedernido.




Imagen: Vladimir Volegov


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