Mi equipo de música me vibra y me canta “Soy un poco de sal y un poquito de arena, primavera despierta en una ventana, soledad y vacío cuando espero, corazón encendido si él me llama…hoy quiero confesar”.
“Pelos como escarpias”, cojo la manzana, me la como
y la tiro con giro de cintura, levantamiento de talón hacia el glúteo con
saltito, subida de hombro derecho y olé. Sí, hoy quiero confesar que la copla
me pirra. A ver, soy varón, trabajo en un banco y a menos que me llame Falete, esto
es socialmente inadmisible. Normalmente, por las mañanas me tengo prohibida
éste tipo de música y me pongo en modo work, pero hoy, no.
Les resumo mi día.
Hoy no he pisado pero he recogido la mierda del perro del vecino que
deja frente al portal cada mañana. He comprado un cucurucho de dos bolas (sin
las bolas), he colocado la masa a modo de helado de chocolate y se la he dejado
pinchada en el tronco de brasil reseco que tiene a la entrada de su puerta. Es
verano, igual cuela.
De camino al trabajo, mientras esperaba en un semáforo, he dado manotazos para
deshacerme de un moco pegajoso, lo he acabado pegando en una farola. Los
peatones que esperaban a mi lado me han mirado como si en la mano tuviera una
cabeza decapitada, les he dicho que es solo un moco y que es mío; les he
preguntado qué hubiera pasado si el moco del que me he liberado hubiera sido de
ellos. Han decidido cruzar con el muñequito en rojo.
Al llegar a la oficina he encendido el pc, y los
dos nos hemos reseteado a la vez. Me he levantado como alguien que “vuela sobre
el nido del cuco” y he revoloteado “por la face” las perfectas torres de babel
o de papel de la mesa de mi jefe; el cual no ha gritado como suele hacer, solo se
ha expresado a través de un sudor torrencial y silencioso desde la descolorida frente
de su rostro desencajado. Acto seguido me he pirado, por supuesto sin ticar,
donde sí que he ticado con la tarjeta del “curro” ha sido en el peaje. Lo más
increíble es que ha colado como si de una visa gold se tratara. El próximo día
meto una galleta oreo. No pienso pagar en una autopista nunca más.
Mira que hay calle, pues siempre igual, la
paloma de turno que no sabe para donde va a tirar y uno siempre con miramientos a punto de «escoñarse». La he correteado, de izquierda a derecha y en círculos, calle
arriba y calle abajo. Hasta que de los nervios no ha salido volando no he
parado. ¡Uy qué a gusto me he quedado!.
He parado a tomarme mi cafelito en el bar de
siempre, en la plaza del antiguo Félix Sáenz, donde curra la preciosidad más
simpática de toda Málaga, le he besado la mano y le he dicho que está divina de
la muerte. Nos hemos dado cita el Sábado en un karaoke. Necesitamos darlo todo
y más.
Mientras esperaba en la cola del súper, he
metido la mano en la bolsa de doritos del niño que iba delante, he alcanzado a
coger un puñado considerable, nos hemos peleado por el que se ha caído al
suelo. La madre lo ha acabado machacando con el tacón (intencionadamente). La
cajera, al verme chupeteándome los dedos naranjas de polvillo salado no ha
sabido decirme la suma de mi compra. He salido un tanto contrariado,
un “sinpa” consentido en el mercadona no estaba en mis planes de vida.
Como aún no había pisado la playa por el tema de
la invasión de las medusas asesinas y quería coger un poco de color, he cogido
mis enseres playeros y me he comprado una red verde para no ser menos y cazar
algún ejemplar de “gelatinosus urticarius malditus”.
En la playa cada vez escasean mas las sombrillas
y la dignidad, y hay más carpas de circo tipo: “no me falta ni un detalle más
que el de respeto al prójimo”. Justo en la de al lado, ha sonado cinco veces
seguidas a todo volumen -A mi me gustan
más grandes…que no me quepan en la boca…-. Cuando iba a sonar la sexta, he ido
a la orilla y he saltado sobre la sandía fresquita que tenían enterrada. El
rojo ha salpicado escandalosamente el pecho lobo con cadena de oro incrustada
del “antimelómano” responsable que andaba pavoneando feromonas en la orillita
al ritmo de su discografía. Me he imaginado como en la peli del resplandor en versión
“cani” total, así que he salido andando ligerito o mi cabeza hubiera acabado
como la veraniega fruta.
He intentado comerme mi cuarto shawarma del día, no tenía ganas de cocinar, o de ir a un
restaurante. Me he sentado en un escalón, en mitad de calle nueva. Ha venido un
perro seco con olor a perro mojado y le he dado la mitad, como me seguía
mirando se lo he dado entero, se ha dejado solo la remolacha, está claro que es
un ingrediente que deberían de eliminar de los Isturk (igual que el nombre, que
suena como a eructo). El almuerzo me ha salido gratis, porque antes de
levantarme he mirado y me habían echado unos cuatro euros y eso que he estado solo
media hora. Supongo que mi careto de segunda mano y el traje ya desencajado han ayudado.
He ido al cine a ver “call me by your name”,
pero me han invitado a salir de la sala. Desde el
minuto uno en que aparece el americano, he empezado a comer palomitas
compulsivamente y con la tos nerviosa no he parado de escupir maíz a los de la
fila de adelante. ¿Por dios de dónde han sacado a ese hombre?. ¡Si Miguel Ángel
levantara la cabeza!... tendría que cambiar de profesión. ¿Éste?, no le sale.
Tras una ducha de agua fría y mientras me ponía cómodo, me he asomado por la puerta
del armario y me he hecho un selfie de esos que están de moda con torso desnudo
con dedo índice y corazón en forma de
“V” incluido. Se la he enviado a
mi único ex chico, al que abandoné por un pivonazo de mujer, ideal para
cualquier madre, deseable para cualquier varón, envidiable por cualquier
fémina; la cual acabó dejándome y con razón, porque además era lista y se hartó
de escuchar mi sainete - ahora no que me duele la cabeza otra vez “cari”-.
A ratos aún pienso que no está acabado, sigo
soñando con él. En el sueño siempre estamos desnudos, lo abrazo por detrás y
soy capaz de decirle que le quiero. A ver si entiende la metáfora de mi foto o
igual decide que soy un cutre y me “bloquea”.
He enviado un whatssap pidiendo “perdón, perdón,
perdón” a una amigo del que no sé nada desde hace 10 años, acabamos a hostias
una tarde en la que yo necesitaba golpear lo que fuera, hasta al amigo que más
quería.
De verdad, el día ha sido agotador, me meto en
la cama dispuesto a dormir. Lo intento pero no puedo, tengo ganas de bailar lo
que sea, hasta reggaetón. Bajo a la calle, de fondo rezuma el olor a pescado y
brasas, a sal, a mar, a aftersun, a risas, pieles canelas y a
jazmines. Mi pijama y zapatillas de abuelo de Heidy causan furor en
el paseo marítimo, o quizás sea el modo de comerme el espeto de sardinas
mientras paseo, con un giro de cuello a la izquierda a modo de despiece carroñero.
Solo una niña me sonríe fascinada, miro al cielo y la primera estrella imagino
que es para ella, ella la mira también, sabe que ya es suya para siempre.
Llego a casa, voy al baño. Tengo tizne y escamas
de sardinas por toda la cara. Empiezo a lavarme los dientes. Me pongo a llorar,
las lágrimas y la baba con pasta de dientes caen sobre el lavabo lleno de
escamas plateadas.
No, no se apenen por el final de este relato. O
¿Es que nunca han llorado de felicidad?.
Pues yo lo he hecho esta noche, porque me he
presentado a mí mismo, mis dos manos se han dado un apretón – Hola buenas que
tal, soy Ernesto y tú?-
-¿Yo?, yo ya también. -¡Vaya! que bonita
coincidencia.
Y me he dado cuenta, que por primera vez en
mi vida estoy a gusto conmigo, ¡y que menudos años me quedan por delante¡ a
solas o quizás contigo.
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